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Su energía lo precede. Basta con mirarlo de lejos, antes de que cruce la puerta, para sentir la llegada de una suerte de tsunami histriónico, el tipo de personalidad que provoca la reacción obligada de cualquiera que comparta su espacio físico. Caminar un par de pasos junto a Roberto Pettinato bien podría compararse a un paseo en montaña rusa: se acelera, gira, frena de golpe, sube, piensa y vuelve a lanzarse de lleno. Por momentos da miedo.
Pero a diferencia de otros humoristas, cuyas verborragias son compulsivas y sus tendencias a derrapar, evidentes, con Pettinato uno se siente a salvo. Nada de eso va a pasar. Como en las buenas montañas rusas, detrás de tanto vértigo, se percibe un gran control. En este caso, un control basado en la lucidez, la audacia y la inteligencia de sus percepciones. Las proporciones de esas virtudes parecen estar calibradas hoy en su punto justo. Y es fácil intuir que esta seguridad es la que finalmente lo empuja salir al ruedo por primera vez, con un show de stand up de dos horas de duración llamado “Quiero portarme bien”, de su autoría absoluta.
Pettinato, que ya llevó su espectáculo a varias ciudades del interior del país, se presentará todos los viernes de octubre en el teatro La Comedia. Más rockero que nunca, vuelve a tomar los escenarios con giras planeadas de manera casi artesanal, con espíritu independiente y la alegría de quien se embarca en una aventura completamente nueva.
-¿Cuándo descubriste el stand up y qué te pasó con eso?
-Lo descubrí cuando vi una película llamada Lenny, sobre la vida de Lenny Bruce. Ahí me di cuenta que quería ser eso y la vi seis veces más, con un amigo. Era maravilloso. Ahí también me di cuenta del poder del humor y de las palabras, porque él fue el primero que empezó a hacer reflexiones graciosas aunque muy crueles, y no simplemente chistes de viejas o de culos o de dietas.
-¿Cómo se te ocurre lo que escribís para tus shows?
-Todo el tiempo uno vive en estado de atención para inspirarse, aunque también se puede lograr apurándolo en tu cabeza. Yo ya lo tengo incorporado. Por momentos estamos en la cocina y me encuentro haciendo reflexiones. De pronto digo: “¡esto lo voy a poner en el monólogo!”. Lo digo en voz alta encima (risas). La realidad es una broma, es una comedia total. De chico leía a Balzac en La comedia humana y decía: “¡Qué genial! Piensa lo mismo que yo”. Pensaba que uno podía escribir todo lo que ve y escucha como si fuera una comedia y que los actores no serían otros que los que hoy llamamos, “personajes”. Usemos al “personaje” del barrio porque ése es el verdadero. Ni siquiera hay que hacerlo actuar, simplemente hay que dejarlo que sea tal como es (risas).
-Una vez dijiste: “Por suerte no tengo influencias argentinas”. ¿Qué pensás del humor nacional?
-Tato Bores estaba muy bien, aunque siempre lo veía con mi padre esperando que aparezca Federico Peralta Ramos. A mí me gustaron desde siempre los surrealistas, fueran graciosos o no, desde Artaud a Breton y de Dalí a cualquier otro demente que asociara libremente en su cabeza. No me gustan mucho las cosas tan lineales. Quiero decir que las películas de los bañeros en Villa Gesell o esas cosas, no son lo que moriría por ver, aunque puedo reírme con “Los Campanelli”. Francella me hace gracia siempre y en teatro Adrián Suar, como actor puramente cómico, también me gusta. Tiene buen timming y mete palabras de una forma que me hace reír. Pero no soy muy afecto al humor underground tampoco. No me causan gracia esas obras en donde los sketches son incomprensibles o con un aire de querer ser “Kids in the hall” o algo así y no les da la cabeza para escribir cuatro chistes seguidos.
-En las últimas tres décadas pasamos por el humor basado en las gastadas al otro, el humor homofóbico, xenofóbico y misógino. ¿Por dónde viene la risa 2012?
-Es absurdo pensar así. ¿Cómo podría saber por dónde viene la risa? La risa viene por la risa misma. Gran frase de Groucho: “¿Cuál es la magia, la esencia del humor, la clave?”, se preguntó: “La única clave del humor es hacer reír”. Y en un punto es real. Que te haga reír y listo. No importa si es idiota o no. No creo que la gente necesite un humorista que le abra los ojos. La gente ya los tiene bastante abiertos por sí sola. Los humoristas no han hecho revoluciones. Nadie dijo: “Sí, sí, escuchando a Pettinato salimos a la calle y derrocamos un gobierno dictatorial” (risas). De todas formas, a veces un humorista puede servir, claro, como lo hace un psicoanalista, para hacerte notar algo que no veías. Cuando eso pasa te lo llevás a tu casa como reflexión a desarrollar. Obviamente, el humor tendría que ser un hachazo en la cabeza y no un dulce de leche, eso es obvio, pero no siempre se da así. Lo mío es surrealista por así decirlo, e improvisado en muchas partes.
-¿De qué necesitamos reírnos más?
-De los demás. No hay que reírse de nosotros mismos. Es muchísimo más sencillo hacerlo de los demás y ver cómo se enojan (risas). La gente se ha reído desde tiempos inmemoriales. ¿Cuándo habrá sido la primera risa? Vaya uno a saber. “¡Ohhhh, mirá, está cagando ese mamut! (risas). ¿Habrá sido así en la era del nacimiento del hombre? ¿Las hienas se ríen o sólo tienen esa mueca en la jeta? No lo sabemos.
-¿Considerás que hay algo como “una nueva movida de humor” en la Argentina o no existen nuevos referentes?
-Hay una nueva movida lamentable, relacionada a la de la palabra stand up, que hace que gente de lo más disparatada e increíble se suba al escenario y hagan un show para estafar a la gente (risas).
-¿Qué es lo último que descubriste que te hace reír?
-Al dentista cuando le decís: “No está bueno que me vayas explicando todo lo que me vas haciendo”. Y él sigue y sigue haciéndolo. Eso me hace reír, claro que cuando ya salí del consultorio.
-Dijiste que hacer stand up “es un parto”, tras años de cautiverio en un estudio de TV. ¿Con qué cosas te estás encontrando en el contacto directo? ¿Qué te asusta?
-Desde los primeros shows y hasta el día de hoy también, el terror que siento no tiene límites. Peor aun cuando todos me dicen: “pero si hablás y has hablado para millones en la tele”. Una cosa es hacerlo ante una cámara fría que tiene del otro lado un cameraman y nada más, y otra ver a la gente en persona. Por otro lado, la primera vez que se rieron, no podía creer que se rieran de verdad. ¡Aún lo recuerdo! Siempre tuve reidores pagos que apoyan los remates así que nunca pensé que la gente se reiría de verdad de las cosas que digo. Por otro lado, me encanta el estilo que estoy desarrollando que es totalmente descarnado y hasta salvaje pero no en la medida en que te sientas incómoda o digas: a este loco de mierda no lo vengo a ver más.
-A punto de cumplir 57 años te estás lanzando a lo nuevo. ¿Cómo te llevás con la categoría “edad”?
-Lamento informar que nunca supe lo que era la edad. Toda mi vida fue así un continuum, una cinta de Moebius y nada más. Soy el mismo tipo que a los 24 y es más: a los 24 era todavía más anciano (risas). No tengo la más puta idea, sinceramente, no puedo relacionar la edad con nada de nada. No sé qué edad tengo. Gracias por decírmela pero no me significa nada de nada. Me da igual si tengo 40, 80 o 12. Es más, ¡creo que tengo doce! (risas).
-Dijiste que uno de los factores que te impulsó a hacer esto es que pensás que “En Argentina queda todo por hacer”. ¿Podés profundizarme en esa idea?
-Es que acá no hay nada y también hay mucho hecho, pero en el fondo no hay demasiado y está todo por hacer. ¡Ni siquiera hay 20 Pettinatos! En EE.UU. debe haber cientos de tipos como yo en el sentido de tener mi misma mentalidad. Somos atrasados y a la vez estamos contentos de serlo. Por otro lado, el mundo es una bosta sin límites, así que no sé si ahora no estamos en el lugar correcto. No me movería de acá. Ya hice mi vida y mi carrera acá y hay mucho por hacer porque, por ejemplo, el stand up aún no se ha desarrollado. En el humor nos quedamos en “La tuerca” y en quién sabe qué cosas de Olmedo y bla bla bla. Eso debe cambiar tarde o temprano, y está pasando.
-¿Pensás que la poca previsibilidad que tiene tu agenda política a la hora de hacer humor es uno de tus fuertes?
-Tengo un cierto partidismo populista peronista pero me causa gracia, como aprendí de la revista “Mad” en sus tiempos: uno se puede burlar de todo porque nadie tiene razón. No existe un ser humano y mucho menos un gobierno que tenga razón. Simplemente van haciendo lo que les conviene y lo que los beneficia y si pueden, le dan algo a la gente porque les conviene. Eso se llama demagogia positiva. Siempre creí en ella. Te doy la casita de cartón pero me votás. ¿Qué problema hay? Peor sería “no te doy al casita de cartón y no necesito de tu voto porque pienso quedarme” (risas).
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