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Su creador, Ignacio Harraca, cuenta cómo nació la letra del hit que empieza con “Brasil, decime qué se siente...” y que no para de cantar la hinchada argentina.
De aquella victoria con tinte épico en Turín contra Brasil, del 24 de junio de 1990, nació la canción que se convirtió en sello para los hinchas argentinos en esta Copa del Mundo.
Fue en el segundo tiempo, a diez minutos del final. El arranque de Maradona en la mitad de la cancha dejando atrás a Alemao, la asistencia que, como daga, metió con cuatro defensores rivales rodeándolo, la gambeta larga de Caniggia para superar al arquero Taffarel y la pelota inflando la red de un arco que, en el primer tiempo, había sufrido los pelotazos en los palos de una selección brasileña que merecía estar goleando.
Pero lo ganó Argentina con aquel rapto de lucidez futbolera de sus grandes figuras (en el marco de uno de los peores equipos que presentó el país en un Mundial).
Entonces, Ignacio Harraca tenía seis años y no mucha noción de lo que significó ese triunfo, y menos de lo que iba a despertar en él mismo de cara a su primera cita mundialista. Este hincha de Platense es el autor del himno argentino en Brasil.
El “Brasiiiiiiil decime qué se sienteeeeeee” nació en un baño. “Vinimos nueve amigos al Mundial. Cuando nos confirmaron que teníamos las entradas que habíamos reservado, nos planteamos que algo distinto debíamos hacer. Y por eso pensamos en una canción. La empecé a pensar bajo la ducha, ahí salió la primera versión, le hicimos algunos retoques y quedó. Antes de viajar, compartimos la letra en las redes sociales. Pero también nos vinimos con muchos folletos impresos para distribuirlos entre la gente”, repasa Ignacio la génesis del cántico.
Debutó en el banderazo que se hizo en Río de Janeiro, frente al hotel de la Selección, el día previo al debut con Bosnia. “Repartimos los folletos, y cuando se hizo un poco de silencio empezamos a cantarla. Al rato estaban todos prendidos y fueron como 40 minutos que se escuchó casi sin parar”, acota este treintañero que trabaja en el sector de Ventas de una empresa multinacional.
La letra, hecha por argentinos, tiene una mirada sesgada y algún purista puede calificarla de inexacta. “En el historial estamos un partido arriba de Brasil, la diferencia es mínima, pero no sería la primera vez que se tome como una paternidad -aclara Ignacio-. Y aunque después de aquel partido en el 90 ellos salieron campeones del mundo dos veces más, se sabe que aún les duele aquella derrota”.
Esta banda de porteños que fue a Brasil se conoce hace mucho: fueron compañeros de colegio en el Manuel Belgrano, del barrio de Belgrano. Entre ellos hay un par de abogados, empleados de una empresa de comidas rápidas, otros de una financiera. Cuatro son hinchas de Boca, tres de River, uno de Banfield y, ya se dijo, el Calamar autor de la canción.
“Teníamos dudas de si los de River iban a cantarla, porque los de Boca se la cantan por el descenso, pero se enganchó todo el mundo”, repara Nacho, quien como sus amigos pidió vacaciones para vivir el Mundial.
Los nueve estuvieron en Río, y a Belo Horizonte y Porto Alegre fueron siete, por el regreso prematuro de un par. “Ya con haberla escuchado en el banderazo estábamos hechos, pero lo que vivimos en las canchas fue impresionante”, sigue emocionándose Ignacio, que todavía se pellizca para convencerse de que los jugadores de la Selección también cantaran su canción el día después del triunfo contra Irán, cuando el grupo de cumbia Los Totora pasó por Cidade do Galo.
“Nos mandaron videos hasta de chicos cantándola en los colegios. Pero nada más grande que el placer que nos genera ver que los monstruos de la Selección se distendieron con nuestra canción. Nos encantaría conocerlos. Es más, hacemos un pedido solidario: sólo teníamos entradas para la primera fase. Nos vinimos a San Pablo porque el domingo tenemos el vuelo desde ahí para volvernos a Argentina. Pero tal vez algún jugador se copa y nos ayuda para seguir viéndolos. No sólo llevamos la canción a todo Brasil. Mirá si somos cábala”, ruega Nacho. El pedido está hecho.
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