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El día sábado por la noche, el Taller Municipal de Teatro coordinado por profesor Ángel Parra le puso el punto final a un año de trabajo. “No vinieron esta noche a ver teatro, vinieron a ver el resultado de un año de trabajo”, fueron las primeras palabras del director.
El cierre se dividió en 6 fragmentos bien definidos, cada uno representando una historia diferente. A modo de pantallazo por la historia general del teatro, que no es otra cosa que un repaso por la historia universal de la humanidad, de sus pasiones y de sus conflictos; el itinerario comenzó con Gente Común, una intervención murguera de los uruguayos Agarrate Catalina.
El profesor Ángel Parra fue el coordinador y presentador del Taller de Teatro.
“La murga se caracteriza por burlarse de los poderes establecidos, del poder político, del poder económico, del poder cultural; y está integrada por gente común”, dijo Parra antes de darle comienzo a la función.
El recorrido continuó con Antígona de Sófocles, una tragedia clásica que data del año 442 a. C. representada por Liliana Luna y Elena Cantero, quienes le dieron vida a Antígona e Ismene respectivamente, las dos hermanas que se enfrentan a los mandatos de la ley divina y por las normas civiles de su tiempo.
Con Fedra del francés Racine, el unipersonal también tuvo lugar en el cierre del taller. Protagonizada por Silvia Celestino, Fedra expuso su hastío, sus pesares y su vergüenza, que la condujeron hasta el envenenamiento, ante el atónito público que al momento ya estaba inmerso en un viaje por los todos los rincones del tiempo y del ser humano.
Harpagón y Elisa en la obra El Avaro de Moliére
Luego fue el turno de El Avaro de Moliére, una comedia clásica del siglo XVII, también adaptada por el grupo. Los personajes son: Harpagón –Hugo Daniel Díaz-, un padre egoísta y mezquino que se enamora de la amada de su hijo Cleanto –Conrado Peña-; y Elisa –Sandra Miño-, la hija que enfrenta a su padre por el amor de Valerio.
Otro de los puntos álgidos de la noche fue cuando Marta Sosa y la joven Ana Laura Celestino parodiaron la parodia –valga la redundancia- de Les Luthiers El Rey Enamorado. La adaptación al género femenino fue un “acto de justicia cultural”, debido a que la historia oficial dejó afuera a las juglaresas de siglos pasados, enfocándose solamente a los juglares hombres de otros tiempos, tal como lo dio a conocer el director Ángel Parra. En la obra, la Juglaresa Tarsiana cumple con la difícil tarea de cantarle al amor de La Reina, quien la somete a esta un “enredo pronominal” hilarante.
La velada finalizó con la contemporánea Ironías de la Vida del rosarino Román Sarmentero, la única obra que fue representada en su totalidad. El argumento de la farsa giró sobre las discusiones de un grupo de niños que se hipotetizaban sobre las tareas del mundo adulto, las vivencias de su familia y los dramas de la vida cotidiana, pero hacia el final, la inocente visión de los niños se trastoca, descolocando al auditorio.
Los niños discutiendo en obra Ironías de la vida de Román Sermentero
Los niños estuvieron representados por Natalí Balais, María Luisa Centis, Agnes Inés de la Peña, Mario Cruchi, Cristina Spies, Estella Maris Vicente; la Enfermera por María Luisa Welschen y el Joven por Hugo Daniel Díaz. La coordinación técnica estuvo a cargo de Ana María Centis.
Fue allí donde se hizo el punto final al recorrido, a ese viaje hacia el corazón de la dramatización al que fuimos invitados los presentes: al viaje hacia el interior de los conflictos profundos del ser humano consigo mismo y en su relación los demás seres a lo largo del transcurrir de la historia –de las muchas historias-.
Juan José Storti |Edicón Vera|
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