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Cuando una persona se recupera, adquiere inmunidad sólo para el serotipo del que se infectó. Si se contagia de otro, tiene riesgo de sufrir el cuadro grave de la enfermedad.
Cuando una persona se recupera, adquiere inmunidad de por vida contra ese serotipo en particular. Pero la inmunidad cruzada a los otros serotipos es parcial y temporal, y esa misma persona puede infectarse por los demás serotipos.
La principal complicación es que estas infecciones posteriores, también llamadas secundarias, elevan el riesgo de padecer dengue grave. Esta otra forma en que se manifiesta la enfermedad, anteriormente llamada dengue hemorrágico, puede poner en riesgo la vida.
En este caso, se produce acumulación de líquido, dificultad respiratoria, extravasación de plasma, hemorragias graves y fallas orgánicas. Los signos aparecen entre 3 y 7 días después de los primeros síntomas y se acompañan de un descenso de la temperatura corporal, dolor abdominal intenso, vómitos persistentes con o sin sangre, respiración acelerada, hemorragias en las encías, fatiga e inquietud.
Si bien la mayoría de los pacientes con dengue evoluciona favorablemente, en el dengue grave —que cada año obliga a internar a 500.0000 personas en América Latina— la tasa de mortalidad es del 2,5%. Pero si se detecta a tiempo y se trata adecuadamente, manteniendo el volumen de los líquidos corporales, se puede reducir a menos del 1%.
Por esto, todas las personas, y especialmente las que ya tuvieron la enfermedad, deben tomar las medidas preventivas para evitar el contagio. Las más importantes son eliminar o tapar los recipientes u objetos donde pueda acumularse agua y utilizar repelentes personales y hogareños.
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