DIC
Cintia Lugo tiene 34 años y es protagonista de una historia de superación admirable
Desde que era muy chica, quiso ser médica, pero la situación económica que vivía su familia en Vera, provincia de Santa Fe, donde nació y se crió, no le permitió estudiar la carrera en la Argentina; entonces se formó en administración de empresas y comercio exterior hasta que gracias a una beca, se fue a Cuba a cumplir su sueño y recibir el título de doctora en Medicina.
Con su diploma en la mano, regresó a la Argentina y hace ocho meses se instaló en La Paquita para poner en práctica todo lo aprendido en la isla, que es mucho: una medicina “más humana y solidaria”, que prepara para tener “ojo clínico”.
Actualmente se desempeña en el Dispensario Municipal del pueblo.
En el Día del Médico, la doctora Lugo, en diálogo con LA VOZ DE SAN JUSTO, se refirió a la formación que recibió en el país que recientemente despidió con honores a su líder revolucionario y confesó sentirse agradecida por la posibilidad de ejercer en una comunidad pequeña.
“Siempre quise ser médica, desde niña. Estudié administración de empresas primero porque mi familia no podía enviarme a estudiar a otra ciudad, también hice un máster en comercio exterior; era lo que podía pagar mi familia”, comentó.
“Tengo una discapacidad motora en la cadera por secuelas de una meningoencefalitis y lamentablemente, en la Argentina no tenía oportunidades para trabajar. Apareció la posibilidad de la beca que otorgaba la Embajada de Cuba y no lo dudé y me fui a estudiar medicina”.
“La capacitación que recibí en Cuba es muy superior a la de nuestro país -remarcó Cintia-. En Cuba la carrera de medicina se hace en seis años, los primeros dos años son teóricos; ya en el tercer año, aunque seguimos teniendo exámenes, tenemos contacto directo con el paciente, supervisado por un interno que es un estudiante de sexto año, y un residente”.
Aseguró: “Son dos realidades distintas. En Cuba se trabaja en conjunto con las enfermeras y enfermeros, mientras que acá en la Argentina el médico no está acostumbrado a eso, porque generalmente es él por su lado y la enfermera por el suyo. Aunque esto no pasa en La Paquita -aclaró-, porque se trabaja en equipo”.
“En Cuba nos preparan para tener ojo clínico, el diagnóstico se hace sin tanta tecnología, con el examen físico, se hacen muy pocos exámenes complementarios y más clínica. La medicina que se hace es la de prevención”, destacó.
“Nos preparan para ejercer una medicina más humana, distinta. Estamos preparados para atender con calidad humana, para acompañar al paciente, para ir más allá. La calidad de la medicina en Cuba me permitió mejorar mucho mi problema motor. La gente, la calidad humana es muy buena, allá no hay individualismos, somos todos para uno y uno para todos”, resaltó.
Sobre la profesión, la joven señaló que si bien “tiene sus cosas lindas, también su parte fea, pero hay que trabajar y seguir luchando por la vocación”.
En cuanto a sus razones para radicarse en La Paquita con su hijo Bastian, de 3 años, confesó que lo eligió “porque es un pueblo chico, con buena gente y todos los días recibo el cariño, puedo practicar la medicina de una manera más personalizada, solidaria. Es un pueblo en el que se puede vivir y nos conocemos todos. Trabajo con el doctor Roberto Foncea que conoce y me está enseñando mucho. Cuando vienen los pacientes él conoce todo, hasta la familia”.
“La revolución cubana me abrió las puertas que mi país me había cerrado”
Además de ser doctora en medicina, Cintia Lugo tiene un máster en endocrinología y enfermedades infecciosas. Pese al camino de oportunidades que se le habría en Cuba, ella siempre quiso volver a la Argentina. “Sobre todo, por el desarraigo que se siente. Me costaba regresar, porque de vivir en un país donde no hay inseguridad; donde no tenés arroz y tu vecino te lleva la comida; donde siempre es uno para todos y todos para uno, al llegar acá y ver desigualdades, fue un choque. Creo que Cuba es el único país donde casi no hay muerte infantil ni materna”
“Estoy agradecida con la revolución cubana que me abrió las puertas que acá lamentablemente me habían cerrado”, añadió.
Finalmente, Cintia recordó que mientras estudiaba, el recientemente desaparecido Fidel Castro estaba en el gobierno y “siempre pedía que hagamos medicina social, humanitaria, solidaria. Creo que hoy estoy cumpliendo el objetivo, porque en el Dispensario Municipal hago tareas que son importantes y que llevamos adelante con el doctor Foncea con quien compartimos el mismo propósito: una medicina personalizada, cerca del paciente”.
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