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Hay noticias que a pesar de la vorágine del presente nos sacuden y conmueven.
Sucedió esta vez, cuando circuló la triste novedad del fallecimiento de la querida Betty Faurlín, fundadora del Centro de Residentes Verenses en Santa Fe, entidad que más allá de presidir la tuvo como protagonista principal de los últimos 20 años.
Su iniciativa de crear esta entidad se fundamentó en la necesidad de que quienes alguna vez residieron en la ciudad norteña, capital de la Cuña Boscosa, puedan tener la oportunidad de devolver todo cuanto hayan recibido de su gente.
Así, se convirtieron en una rutina habitual -una o dos veces al año- los viajes solidarios llevando ropa, mercadería, alimentos y todo cuanto necesitaran los sectores más vulnerables de la comunidad.
Su espíritu entusiasta contagió a muchos que además de aportar las cuotas sociales, ofrecieron sus propios aportes para engrosar los donativos, perfectamente distribuidos en barrios, vecinales y comedores comunitarios, con estricto control de los colaboradores locales.
Logró una coordinación perfecta para que la ayuda llegue realmente a quienes más la necesitaban.
Betty realizó una encomiable tarea solidaria al frente de un grupo que supo interpretarla y brindarle su incondicional apoyo.
Su paso a la eternidad seguramente fue en esa paz que tienen las almas buenas que llegan al final de sus días sin dejar cuentas pendientes.
Tarea cumplida, querida Betty, gracias por tanto, los verenses te recordarán por siempre.
MANUEL MUDRY
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