FEB
Tenía que ser un martes 13 el que nos despierte con la triste noticia del fallecimiento del querido Dr. Ricardo García Porta, Coqui para todo el mundo.
Por más que el desenlace se presienta, siempre la confirmación de los hechos nos expone a una reacción impredecible.
Esto es lo que le pasó a toda la comunidad verense cuando la noticia invadió los comentarios y los medios, que se hicieron eco al unísono para difundirla en un clima de profunda tristeza.
Por más que los últimos años los vivió en Rosario, jamás cortó sus lazos con la ciudad en la que, su padre Vicente y doña Ema, eligieron formar una prolífica familia que marcó su tiempo y dejó un legado de profesionales que potenciaron el honor de su apellido en base a su capacidad, honestidad, generosidad y buena vecindad, que tuvo en Coqui a su primer abanderado, marcándole el camino a sus hermanos.
Se fue el típico médico de familia, el del club de futbol que necesitaba su palabra inequívoca, el de los chicos del cole que requerían su mirada confiable para emprender un viaje, el del paciente común que esperaba su diagnóstico certero, el del vecino que se cruzaba en la calle para saludar a todos con su mirada pícara y la palabra justa a flor de labios.
Se adaptó a los tiempos y, con la ayuda de sus hijos en las redes sociales, siempre tuvo una palabra afectuosa para sus coterráneos.
Un romance que llegó a su fin pero seguirá vivo en la memoria de quienes tuvimos la fortuna de conocerlo.
Dicen que las personas mueren definitivamente cuando pasan al olvido, pero hay quienes, como Coqui García, están condenados a ser eternos, al menos para aquellos memoriosos que puedan contarle a sus hijos y nietos las múltiples anécdotas de un hombre que usó la medicina como una llave para entrar en el corazón de la gente que hoy lamenta su partida, que no por anunciada evita las lágrimas que hoy nublan la mirada de los verenses que despiden para siempre al querido Dr. Coqui.
Manumel Mudry
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