ENE
Esta noche, la tradición dice que debemos dejar nuestros zapatitos cerca de la puerta para que los Reyes Magos sepan dónde dejar sus regalos, además de pastitos y un poco de agua para los camellos que los trasladan. Una ilusión, una magia que perdura.
Los Reyes Magos de Oriente (o simplemente Reyes Magos) es el nombre por el que la tradición denomina a los visitantes que, tras el nacimiento de Jesús de Nazaret, acudieron desde países extranjeros para rendirle homenaje y entregarle regalos de gran riqueza simbólica: oro, incienso y mirra. Esto ocurrió la noche antes del 6 de enero, que los católicos celebramos cada año.
La tradición más difundida cuenta que vinieron de Oriente, en número de tres, y que iban guiándose por una estrella (celebérrimamente conocida como La estrella de Belén) que les condujo hasta el pequeño pueblo de Belén, donde recién había nacido el Niño Jesús.
Allí lo buscaron y adoraron, y le ofrecieron oro (representa su naturaleza real, como presente conferido a los reyes), incienso (representa su naturaleza divina, empleado en el culto en los altares de Dios) y mirra (un compuesto embalsamador para los muertos, que representa el sufrimiento y la muerte futura de Jesús).
Antes de llegar, encontraron al rey Herodes el Grande en la ciudad de Jerusalén, quien astutamente les conminó a que, de regreso, hablaran con él para darle noticias del sitio exacto donde se encontraba dicho niño; y, así, poder ir él también a adorarle. Pero, en realidad, lo que quería era darle muerte, por eso ordenó la matanza de los inocentes, que se recuerda el 28 de diciembre.
La historia sigue contando cómo un ángel se apareció a los magos y les advirtió del peligro que corría Jesús si ellos obedecían el deseo de Herodes. Así pues, no volvieron por el mismo sitio. Parece ser que, sólo por el hecho de que el relato evangélico indicara que trajeron tres dones (oro, incienso y mirra) se dio por sentado que eran tres los personajes que los traían. Aunque también en algún momento las distintas tradiciones han señalado que eran cuatro, siete y hasta doce.
Los Evangelios sólo hablan de “magos”, en ninguna parte se indican sus nombres ni que fuesen reyes, ni que fueran tres (número que posiblemente se deba a la cantidad de obsequios ofrecidos). Estas creencias fueron agregadas varios siglos después y se han mantenido en la tradición popular.
HACIA EL PESEBRE
Según la creencia católica, estos magos eran representantes de religiones “paganas” de pueblos vecinos, que los Evangelios ven como las primicias de las naciones que aceptarán la religión católica. En algunos países (normalmente hispanohablantes) existe la tradición de representar a los reyes trayendo los regalos que los niños les han pedido en sus cartas durante la noche anterior a la Epifanía. Los Reyes Magos -por tradiciones de algunos países- forman parte del pesebre junto a José, el niño Jesús y María.
La primera vez que surge el nombre con que hoy conocemos a los Reyes Magos es en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). El friso de la imagen está decorado con mosaicos de mediados del siglo VI que representan la procesión de las Vírgenes. Era conducida por tres personajes vestidos a la moda persa, tocados con un gorro frigio y su actitud es la de ir a ofrecer lo que llevan en las manos a la Virgen que está sentada en un trono y tiene al Niño en su rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer tres nombres, de derecha a izquierda: Gaspar, Melchior, Balthassar.
Poco a poco, la tradición ha ido añadiendo otros detalles a modo de simbología: se les ha hecho representantes de las tres razas conocidas en la antigüedad, representantes de las tres edades del hombre y representantes de los tres continentes: Asia, África y Europa.
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