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Luego de un año y nueve meses, Carlos “Indio” Solari hizo su retorno tan esperado a los escenarios ante miles de personas que se acercaron desde cada rincón del país (e incluso desde el extranjero) para ser parte de uno de los eventos pagos más grandes de la historia de la Argentina, según aseguró hasta el propio Solari.
Es que uno de los datos que más llama la atención es la concurrencia masiva que acompaña al artista presentación tras presentación. Pasen meses o años, edite discos o refrite clásicos inolvidables el mecanismo siempre se repite: el “Indio” elige un lugar y de pronto aparecen millares de impacientes que buscan ansiosamente procurarse un lugar en la nueva cita.
130 mil almas le dieron el marco ideal al show más multitudinario - con entrada paga-de la historia de nuestro país. Cabe aclarar que el adjetivo “histórico” no va aquí por este record efímero que fecha tras fecha se vuelve a romper, lo verdaderamente valioso pasa por otro lado. Y es que el Autódromo Jorge Ángel Penna de la ciudad mendocina de San Martín fue testigo de 17 canciones pertenecientes a la época de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, algo inédito en los shows de Solari como solista hasta el momento.
El tan esperado inicio llegó pasadas las 21:30 con “Luzbelito y las sirenas”. Una vez más el símbolo de todo un período artístico de nuestra historia como argentinos estaba arriba de las tablas. A pesar de sus 64 años de edad, de la temperatura cuyana que casi llegó a grado 0, de la intensa llovizna que luego de una hora trocó en aguanieve, de algunos problemas con el sonido, las letras y la afinación en algunos momentos de los temas -y de la sorpresa de tener un mar de personas agolpadas por su sola presencia- Solari, como era de esperarse, estuvo a la altura de las circunstancias.
El vocalista se mostró agradecido en todo momento por la “fidelidad” de los presentes – 80 mil éramos los no mendocinos- que a pesar de la hostilidad del clima disfrutaron de cada segundo de su música. Además hizo mención del problema con la sonorización del predio – que de la mitad hacia atrás fue más notorio-, y no dejó de referirse a la incomodidad que le generaba semejantes condiciones meteorológicas,“Tengo un vientito de frente que me congela la lengua, la puta madre”se lo escucho decir entre un tema otro, con intervalos de por medio.
“Todo preso es político”, “Rock para el Negro Atila”, “Un Ángel para tu Soledad”, “La Hija de Fletero”, “El pibe de los astilleros”, “Divina TV Fürer”, esta fue parte de la munición gruesa con la que el ex-vocalista de los Redonditos de Ricota atacó la tempestad que no le dio ni un segundo de tregua en las más de dos horas y media que soportó, acompañado por su banda “Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado”.
Luego de sus temas de la etapa como solista, que fueron más una formalidad – sólo diez de veintisiete-, llegó el momento menos esperado, cuando los acordes de “Ji JiJi” anunciaron que el encuentro iba llegando a su fin. “Quizás hoy sea verdad más que nunca, este creo que definitivamente va a ser el pogo más grande del universo” fueron las últimas palabras que Solari le regaló a su público antes de lo que realmente sigue siendo el pogo más grande del mundo.
Hacia el final el silencio inundó la noche, entre medio de fuegos artificiales, lluvia, viento, frío, y la incertidumbre del lugar y la fecha del próximo encuentro, algo que según se decía, se iba a confirmar durante el show. Aunque los que seguimos de cerca estas movidas nos hemos acostumbrado a la espera, porque tal vez sea esa espera, esa incertidumbre, la que cubre con un manto de misticismo y de nostalgia esto que es tan difícil de expresar.Esto que tiene un líder que supo englobar las inquietudes, los deseos, los sentimientos, las experiencias, en fin, la identidad de miles de personas que se sienten presentes en cada parte de la vasta obra del autor; esto que ocurre en un momento y en un lugar determinado y que, por más que se intente hasta el cansancio, no se vuelve a repetir; esto que algunos llaman Arte en estado puro, irreproducible; esto que exige vivirse para comprender de qué se trata; este momento único que a pesar del esmero que se ponga y de las muchas ganas que se tenga, no puede ser volcado en su totalidad en una simple hoja de papel.
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Por Juan José Storti |EDICIÓN VERA|
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