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La periodista santafesina María Sol Lauría disfrutó de un privilegio inusual: integró el equipo transnacional que trabajó en el Panamá Papers, la investigación que dejó al descubierto las cuentas off shore.


La periodista santafesina María Sol Lauría disfrutó de un privilegio inusual: integró el equipo transnacional que trabajó en el Panamá Papers. Una investigación global que dejó al descubierto que presidentes, funcionarios y celebridades son propietarios o directores de compañías off shore. Una maraña de empresas que, en muchos de esos casos, sirve para ocultar dinero de los poderosos del mundo. “Existe un sistema tributario que ayuda a esconder dinero de origen dudoso. Y lo que pretende Panamá Papers es aportar a la discusión para darle mayor transparencia”, dijo para definir el informe, del que participaron 370 periodistas de 70 países. Está convencida además de que a partir de ahora se producirá “un quiebre” en el periodismo de investigación

María Sol Lauría se fue a trabajar a La Estrella de Panamá a mediados de 2011; antes había pasado por el diario El Litoral de Santa Fe y se perfeccionó en España con una beca del Programa Balboa. En 2014 comenzó con investigaciones regionales para Connectas, una organización sin fines de lucro que produce y difunde contenidos clave para América. Justamente a través de Connectas fue convocada para participar. “No me puse a pensar mucho en el impacto que tuvo el trabajo; la verdad es que todavía paso varias horas por día encorvada, armando Excel, buscando datos”, cuenta. Es que más allá de la difusión global el domingo pasado de los principales hallazgos, la búsqueda sigue y habrá nuevas publicaciones, conforme vayan apareciendo datos y nombres de relevancia.

Abrir una compañía en Panamá cuesta 350 dólares, que se destinan al pago del Registro Público y los honorarios de los abogados. No es necesario que figuren los nombres reales de los propietarios o de los directores, porque los mismos estudios que tramitan la apertura tienen un amplio listado de prestanombres disponible. Una filtración desató la mayor tormenta sobre este paraíso fiscal, acostumbrado a los huracanes del Caribe. Más de 11,5 millones de documentos internos del estudio Mossack Fonseca fueron a parar a manos de dos periodistas del diario alemán Süddeutsche Zeitung, quienes contactaron al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (Cipi).

Los primeros documentos se distribuyeron en junio del año pasado, en octubre se agregaron otros y recientemente llegó una tercera remesa. “Asumimos un compromiso de confidencialidad absoluto; investigamos desde nuestras computadoras personales y no en los lugares de trabajo”, contó sobre algunas de las precauciones adoptadas que sirvieron para mantener el secreto porque “no hubo filtraciones”. La metodología que siguieron para estar comunicados entre todos fue poco usual en el mundo del periodismo. “Nos dieron usuarios y contraseñas de una plataforma colaborativa y fuimos compartiendo allí los hallazgos. Funcionó como una red social de rastreadores donde cada uno iba publicando lo que encontraba, y colaboraba con periodistas de otros países si obtenía información de interés”.

Lo primero que hicieron fue buscar a mandatarios, ministros, jueces; a la vez comenzaron a detectar nombres repetidos, por ejemplo, que hacían de intermediarios. Con esas puntas, pudieron avanzar para desentrañar las composiciones de muchas compañías off shore. Como respaldo siempre estuvieron los responsables del Cipi, quienes se encargaron de responder dudas y simplificar la búsqueda. “Escanean, procesan, ordenan, arman plataformas. Hacen todo rápido y bien”, dijo para elogiar el profesionalismo de la gente del Consorcio.

La santafesina, que se abocó específicamente a Panamá y Colombia, aseguró que no recibió presiones de ningún tipo, aunque deslizó su sorpresa porque en algunos lugares, como en la propia Panamá y la Argentina, hubo una corriente de opinión “ínfima” que intentó “desacreditar la investigación”. De todas maneras, cree que no hubo presiones porque se tomaron los recaudos necesarios. “Chequeamos toda la información, a veces me pasaba todo el día con un solo documento, y además le dimos la posibilidad a todos los involucrados de que envíen una respuesta para que saliera en la misma nota”. Intuye, además, que esta experiencia “provocará una ruptura con la forma de investigación periodística tradicional. Es una novedad la mecánica que se utilizó; se trabajó transfrontera, on line, de manera conjunta y lo volcamos en una plataforma común. Fue un privilegio estar dentro de este equipo”.

Las pautas iniciales fueron claras: confidencialidad y publicación conjunta; ambas cosas se cumplieron el domingo pasado. “Ahora cada país establecerá su estrategia de comunicación, en base a los hallazgos se irá publicando. La primera entrega estuvo pautada para el 3 de abril, cuando todos aportamos los datos más relevantes, más llamativos”, reveló sobre la metodología que seguirá el Panamá Papers

Mossack Fonseca & Co es un estudio importante de Panamá pero no el más grande. De todas maneras, tiene más de 500 empleados en sus 40 oficinas distribuidas en lugares tan disímiles como Bahamas, Islas Vírgenes Británicas, Nevada, Luxemburgo o China. Y dispone de más de 50 mil prestanombres para cubrir cargos de las compañías que requieran de ese servicio. Algunos de ellos figuran como directivos en más de 10 mil compañías aunque viven en los barrios más pobres de Panamá. El récord lo tiene Adelina Mercedes Chavarria de Estribi, directora de al menos 27.250 compañías.

Sol Lauría prefiere ampliar la mirada, ir más allá de esta primera lectura. “La discusión debe ser sobre el sistema tributario mundial, ya que esto no pasa sólo en Panamá. Existe un sistema que ayuda a esconder dinero de origen dudoso. Y eso nunca es bueno. Porque por más que sea legal en el paraíso fiscal donde se concreta la acción, se promueve la desigualdad y el delito en el país de origen. Sabemos que es difícil cambiar eso pero al menos la investigación pretendió aportar para la discusión”. Y arremete contra los estudios de abogados que manejan estas compañías off shore. “Es un negocio que al país no le deja casi nada mientras que los estudios ganan mucho dinero. Panamá pierde imagen en el mundo con esta práctica”.

Si bien sabe que fue un privilegio formar parte de este equipo, aseguró que no se puso a dimensionar el impacto de las revelaciones. “Cuando uno convive tanto tiempo con este volumen de información piensa más que nada en la historia que tiene entre manos, no en el impacto que puede causar. Pero ha conmocionado a todo el mundo”.

Tras pedir disculpas por no poder opinar sobre los datos de Argentina (sólo pueden hacerlo sobre los casos que cada uno investigó) y por no poder difundir informaciones en proceso, vuelve a enfrascarse en los documentos sobre Panamá y Colombia. Esto fue la primera parte de la historia. Habrá más capítulos y, tal vez, inesperados protagonistas.



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