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La fibromialgia es un trastorno de dolor crónico generalizado. El sistema nervioso interpreta como señales dolorosas situaciones que no lo son, en casos extremos, los pacientes sufren dolor con el simple roce de su piel contra un objeto.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que entre el 1 y el 4% de la población mundial padece fibromialgia, afectando 10 veces más a las mujeres que a los hombres.
Se la conoce como la enfermedad invisible porque el paciente suele visitar varios profesionales hasta dar con el diagnóstico correcto. Esto se debe a que los estudios dan valores normales. El diagnóstico temprano beneficia al paciente al poder iniciar el tratamiento que alivie los dolores.
En 1990 se establecieron criterios basados en ciertos puntos dolorosos que, de padecerlos, se diagnosticaba fibromialgia. En la actualidad se tiene en cuenta que los pacientes con fibromialgia suelen tener un compromiso también en la esfera psicológica ya que la enfermedad puede desencadenarse luego de una situación de estrés. En un alto porcentaje de los pacientes, el trastorno suele estar asociado con síntomas depresivos y de ansiedad.
Se debe evaluar la intensidad del dolor, los aspectos emocionales, la función física y mejoría global. Además, es importarte considerar los síntomas asociados: fatiga, trastornos del sueño, depresión, disfunción cognitiva, ansiedad, rigidez y sensibilidad. [1]
El tratamiento de la fibromialgia es multidisciplinario y el trabajo en equipo es la base para iniciar la mejora del paciente. Requiere la interacción de distintos profesionales, entre ellos el médico con conocimiento en la patología, un kinesiólogo y un psicólogo especializado. Se debe observar si hay respuesta a las terapias y medicamentos de primera línea y, eventualmente, la necesidad de profundizar o cambiar a otras modalidades de tratamiento.
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