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Expertos recomiendan que los chicos expresen en el aula sus temores. Los maestros también necesitan contención. No ocultar y habilitar la palabra es clave. Cómo actuar.
La escuela es un lugar de contención social y afectiva. Esa función protectora no es nueva pero cobra otra dimensión en las tragedias colectivas, y la catástrofe que enluta a Rosario lo es.
El aula es ese espacio cotidiano en el que están los compañeros, los amigos, la seño; ese sitio que atesora los objetos conocidos y queridos y que puede y debe ser un escenario propicio para ponerle palabras a la tristeza, al dolor y al temor. Un terreno fértil para intentar construir respuestas conjuntas que den alivio. "Hay chicos que sufrieron en forma directa la explosión del edificio de calle Salta, que perdieron familiares o amigos o que se quedaron sin techo, pero más allá de estas situaciones particulares tan dolorosas, lo cierto es que todos los niños de la ciudad experimentaron de algún modo lo que pasó porque conocen a alguien vinculado a la tragedia o simplemente porque absorbieron la preocupación y la pena de los adultos en su hogar; por eso, al volver a la escuela tienen que tener lugar para la palabra, para decir lo que sienten, para expresar sus temores", recomendó María Fernanda Rodríguez, licenciada en psicopedagogía, miembro de la comisión directiva del Colegio de Psicopedagogos de Rosario.
Los distintos profesionales de la educación y la salud que suelen trabajar con las escuelas tendrán en estos días un papel preponderante; y dada la magnitud del acontecimiento es necesario que las instituciones que lo requieran puedan contar además con el apoyo de grupos externos como los que dispuso el Ministerio de Educación de Santa Fe. "Lo conveniente es que el docente esté acompañado por alguien entrenado en situaciones de contención emocional cuando esté frente a sus alumnos en los días inmediatamente posteriores a la tragedia, sobre todo en escuelas en las que se escuchó la explosión, en las que se suspendieron las clases y en las que hay alumnos directamente afectados ya que se pueden desatar situaciones emocionales muy complejas en algunos niños", agregó la psicopedagoga.
No ocultar y habilitar la palabra es clave. Pero también es necesario volver a la rutina lo antes posible dándoles a los chicos a través de las actividades cotidianas la tranquilidad que necesitan. "No hay que apurarlos pero sí guiarlos para que retomen aquello que les resulta conocido. Eso les da seguridad sobre todo si se trata de chicos pequeños", destacó.
Felipe, de 9 años, es alumno de una escuela que queda a pocas cuadras del edificio de Salta y Oroño. Estaba en el aula cuando se produjo la explosión, vio, al igual que sus compañeros y maestros cómo se rompían algunos vidrios, cómo las palomas chocaban violentamente contra las ventanas. A pesar del momento vivido quería regresar a su escuela al día siguiente. "Creo que quería corroborar que estaba todo allí, en orden. Necesitaba compartir y rememorar lo sucedido con sus compañeros aunque en casa lo repitió con detalle cada media hora", comentó Analía, su mamá.
Eso que padeció Felipe fue sufrido también por sus docentes y directivos, de allí que cobre tanta importancia contar con apoyos especializados. "No podemos olvidarnos de esos adultos que tienen que acompañar pero que también están afectados directa o indirectas por este episodio", enfatizó Rodríguez.
Ayuda y compromiso. Lautaro no escuchó la explosión y su escuela queda a más de 30 cuadras del edificio siniestrado pero les contó a sus papás que el día después de la tragedia "en el cole hablamos como una hora y media de lo que pasó y entre todos pensamos cómo ayudar porque esos nenes se quedaron sin los juguetes y no tienen qué ponerse". Resignificar lo sucedido, darle un sentido diferente al siniestro es también un desafío que la escuela puede emprender, con buenos resultados. La psicopedagoga alentó la posibilidad de que se busquen entre alumnos y maestros "diversas maneras de colaborar, y eso puede ser, por ejemplo, juntando juguetes para el Día del Niño como están haciendo en algunas escuelas; pero no sólo para las víctimas de la explosión sino también para otros chicos que pueden estar necesitando de esa solidaridad. Es un modo de que los chicos sepan y sientan que esos otros _que son sus pares _no quedaron despojados de todo lo que tenían, algo que los pone muy mal y los colma de impotencia".
La crisis como oportunidad de aprendizaje de valores y normas es otro de los pilares de la reconstrucción, y es necesario que cada grupo escolar encuentre "sus propios modos y acciones de sentirse especialmente útiles en este momento", remarcó la psicopedagoga.
Los miedos naturales. Cada chico expresará sus sentimientos de un modo diferente dependiendo de un sinnúmero de factores pero en general el temor aparece. "Es natural que después de un hecho de esta magnitud los niños sientan miedo, que puedan angustiarse y que necesiten hablar mucho de lo que pasó", comentó Melina Albachiaro, psicóloga que cuenta con experiencia en asistencia a chicos en situaciones de vulnerabilidad, integrante de PsicoRed.
"Si se trata de niños que estuvieron cerca y que escucharon la explosión es esperable que durante un tiempo se sobresalten y tengan ganas de llorar si escuchan un ruido fuerte. Eso es lo habitual y no hay que alarmarse sino darles lugar a la expresión de esos sentimientos", recomendó. Si la angustia se prolonga y se manifiesta en el aula es importante que los maestros lo informen a sus papás.
Verónica Enseñat, psicóloga, dijo que a los chicos que vivían en el edificio o tienen alguna relación de mucha cercanía con lo sucedido "hay que facilitarles y permitirles el proceso del duelo que no es diferente del que se da ante otras pérdidas pero que en este caso tiene el peso de la tragedia que afecta a muchos". Mencionó que si bien hay alumnos afectados que tal vez quieren regresar al aula y retomar rápido la rutina como un modo de aferrarse a la vida "otros no querrán retornar a la escuela o al jardín porque sienten desprotección y tristeza de estar lejos de sus padres". La tarea conjunta de docentes, familias y gabinetes de apoyo psicológico permitirá encontrar los mejores caminos para que cada chico pueda encausar su angustia.
"Las intervenciones profesionales adecuadas facilitarán que no les queden secuelas imborrables o desarrollen un estrés postraumático que pueda afectarlos para toda la vida", señalaron las psicólogas.
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