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SE CUMPLEN HOY 40 AÑOS DE LA NOCHE DE LOS LÁPICES, UN DELITO DE LESA HUMANIDAD CONTRA ESTUDIANTES SECUNDARIOS. SOBRE EL HECHO OPINÓ PARA TÉLAM MARISA FRESCÓ, SUBSECRETARIA DE PROMOCIÓN DE DERECHOS HUMANOS DE LA NACIÓN.
Por Marisa Frescó (*)
De las afrentas cometidas por la última dictadura militar, la recordada Noche de los Lápices pasó a la historia como un ícono de aquella oscura etapa, en la que se conculcaron derechos, se avasallaron las libertades individuales y se quebrantó toda ley.
Se cumplen 40 años de los secuestros, torturas y desapariciones de diez estudiantes secundarios de La Plata- 4 de ellos sobrevivieron-, por lo que nos urge una reflexión sobre aquella tragedia, que nos ayude a mirar el futuro desde una perspectiva ligada fielmente al respeto de los derechos humanos.
El terror de los divulgadores de la muerte atacó en aquel episodio a chicos que tenían entre 14 y 17 años de edad. Eran jóvenes que el Estado debía formar, proteger, proyectar, en tiempos en los que la contradicción reinaba: el encargado de cuidarnos, de hacer cumplir la ley, de generar una convivencia armoniosa, se convirtió en el perpetrador de crímenes contra la humanidad, que la democracia aún hoy continúa investigando.
La experiencia tiene que servir para estar más cerca de los jóvenes, para escucharlos, apoyarlos en el desarrollo y la construcción de su vida. Ese es el rol que debe ocupar el Estado. Desde la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación, estamos comprometidos con el futuro de los jóvenes. Debemos proteger y promocionar sus derechos. Ese el camino que debemos recorrer, no el inverso.
Todo ejercicio de memoria, más cuando se trata de fechas emblemáticas, representa un aprendizaje, un modo de evaluación que conlleva un espíritu de superación, un deseo de progreso, basado en la justicia.
Tenemos que seguir mirando ese pasado, pero no para anclarnos en él, sino para avanzar hacia un futuro en el que la sociedad se dirija hacia horizontes claros, surcados por el ejercicio de una democracia plena, en la que nunca más le demos paso a ningún tipo de violencia, en la que nos unamos aún con nuestras diferencias, pero sabiendo concretamente que el diálogo, la concertación y la paz son el camino adecuado para gestionar discrepancias y configurar un país mejor.
(*) Subsecretaria de Promoción de Derechos Humanos de la Nación.
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