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El pasado jueves 21 de junio, los ciudadanos de Santa Fe nos enterábamos de que quedaban firmes dos pliegos para conformar el Tribunal de Cuentas de la provincia, órgano encargado de vigilar los actos del gobierno, aprobando o desaprobando la percepción e inversión de caudales, de acuerdo con las atribuciones que le fija el Artículo 81 de la Constitución Provincial.
En este marco se produjo un hecho que no debe pasar desapercibido: el gobernador Lifschitz propuso a Sergio Beccari para el Tribunal de Cuentas, incumpliendo con lo que manda la Ley 12.510 en su artículo 195, inciso e), que señala que no podrán ser integrantes del Tribunal “los que hayan desempeñado cargos, en los últimos dos años inmediatos anteriores a su designación, cuyas funciones sean materia de contralor por parte del Tribunal de Cuentas y que manifiestamente los coloquen en estado de incompatibilidad”.
El contador público Beccari hasta hace pocos meses fue funcionario político de Lifschitz, desempeñando el cargo de secretario de Ingresos Públicos de la Provincia, organismo encargado de percibir los ingresos públicos, por lo que se encuentra en manifiesta incompatibilidad frente a las funciones que deberá desempeñar a partir de ahora.
Hace 25 años moría en un lugar muy alto y lejos de sus afectos, uno de los juristas más brillante del país: Carlos Santiago Nino. Sus aportes fueron trascendentes cuando la Argentina comenzaba a dar sus primeros pasos en democracia, con la creación de la CONADEP, el juicio a las Juntas Militares y Consejo para la Consolidación de la Democracia, entre otros. Nino escribió libros y artículos cuyos contenidos siguen teniendo plena vigencia.
Entre ellos, Un país al margen de la ley, que desde que apareció y hasta nuestros días, fue un libro muy especial por el desencanto que invoca, el de ayer y el de hoy.
¡Qué paradoja la del tiempo!. Sabrá el lector que el mencionado libro apareció en momentos de necesidad de diseñar (en deseos de Nino) una democracia deliberativa en el texto Constitucional. Hoy nuevamente aflora la invocación de dicho libro, en momentos de debates de la reforma constitucional en la provincia de Santa Fe.
Nino asociaba el término anomia a las “acciones colectivas auto frustrantes para los propios agentes que las ejecutan”. ¿Y eso qué significa? Nada más y nada menos que incumplir con las normas jurídicas o leyes, algunas más relevantes que otras en términos institucionales, pero eso no importa porque al fin y al cabo, todo incumplimiento de normas atenta contra la integridad, subsistencia democrática y calidad de vida de una sociedad: el desorden en el tránsito, la economía informal o “en negro”, la evasión impositiva, la contaminación ambiental, la corrupción, los abusos del poder político, son algunos ejemplos entre muchas acciones de la vida social que demuestran las actitudes de los argentinos frente a la ley.
Hasta aquí la anomia y el responsable frente a la postulación de Beccari para un puesto a todas luces incompatible con la función que desempeñó hasta ahora.
Sólo me queda por poner de manifiesto la lamentable complicidad de los legisladores del oficialismo que, amparados en los artilugios institucionales (la sanción ficta o de hecho por el vencimiento de los plazos), dejaron sin quórum por segunda vez a la Asamblea Legislativa convocada para tratar el tema, consagrando de esta manera a Beccari y Villar para el Tribunal de Cuentas. Una anomia más, un desencanto más.
El señor gobernador, y con todo respeto lo digo, no puede pretender reformar la Constitución de la Provincia de Santa Fe, cuando es él mismo quien viola una ley provincial.
Para reformar nuestra constitución provincial necesitamos cumplir con la ley y con las necesidades más urgentes.
La provincia de Santa Fe, como el país mismo, se encuentran transitando el período más extenso de democracia constitucional de derecho que se recuerde, y este inédito acontecimiento debiera obligar a todos, especialmente a quienes nos gobiernan, a repensar la importancia del cumplimiento de las leyes democráticas que son el cemento de la sociedad (al decir de Jon Elster) necesario para encontrar las soluciones a los graves e históricos problemas que aquejan a la provincia y al país.
Cumplir y hacer cumplir con los derechos y obligaciones que prescriben las leyes, es lo mínimo y lo máximo que esperamos de quienes nos gobiernan.
Para no bajar los brazo y seguir luchando, los viejos universitarios reformistas pregonaban que “Los dolores que quedan son las libertades que faltan”.
Parafraseando aquellos hacedores de una universidad democrática y para los nuevos reformistas, bien podríamos abrazarnos a la proclama que reza “Las anomias que golpean son las actitudes democráticas que nos faltan”. Santafesinos a no bajar los brazos y a seguir luchando.
FUENTE: JAVIER AGA, DECANO FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES (UNL)
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